Sexagenario I. La hiena del tiempo devora todas las noches mis energias…
DIGRESIÓN I: Han concedido el premio Nobel de literatura a Alice Munro, y me alegro. Me interesa Munro, aunque todavía no sepa muy bien por qué. El único gesto que he hecho de aproximación a ella fue hace unos meses cuando compré Demasiada felicidad. Abrí este libro de relatos y lo intenté con tres de ellos y todos los abandoné enseguida, pero sé que me interesa y volveré a ellos en cualquier momento. Seguro. Ella ha dicho con motivo de la entrega del premio: «No me asusta dejar de escribir. Me asusta que desaparezca el entusiasmo que me lleva a escribir». Comparto ese miedo en relación a mis cosas.
…Hoy es lunes y no sé qué escribir y tampoco qué fotografiar. Todo está escrito y fotografiado ya. Así que, hasta que por las mañanas de invierno me siente al sol y a la sombra en verano, seguiré la pista de lo que se me vaya ocurriendo que, poco a poco, será más y más elemental y absurdo. Composiciones austeras, sencillas, banales, prescindibles, sin sentido, salvo para mí, porque sospecho que se parecerán a las más vívidas quimeras infantiles. Juegos, sólo juegos que apacigüen mis terrores.
Hoy no sé qué escribir y eso que no puedo abandonar el diario faltándome solo veintiún días para el décimo aniversario (trece de marzo de dos mil cuatro) y tengo que llegar como sea (absurdo propósito, solo es cuantitativo, estadístico, obsesivo, paranoico y, por supuesto, banal). Pensándolo mejor, ¿y por qué tengo que llegar, si allí no hay nada? Quizá sea más propio de mí acabar el diez de marzo, por ejemplo. Hasta hoy son tres mil seiscientas treinta y dos fotografías e igual número de textos: cada día una entrada nunca repetida. Bueno, pues da exactamente igual veintiuna más o menos, el mundo seguirá girando igual y yo también; bueno, yo más que girar armoniosa y cadenciosamente lo que hago es –balancearme entre la ansiedad y el desaliento– y, sin pretenderlo, casi me ha salido una paráfrasis de una cita de Arthur Schopenhauer: «La vida oscila, como un péndulo, entre el dolor y el hastío.»
…Los subtítulos, uno para cada fotografía, dicen de los supuestos y más significativos rasgos de carácter, de mi «ser» y «estar» (aunque tampoco estoy seguro que sean esos y no otros, o muchos más, o menos). –Ya es hora de hacer resúmenes- me dije. El de ésta es: Sexagenario: o la pesadumbre del tiempo. Y así, hasta dieciséis: fotos y señas de identidad, las que se me vinieron a la cabeza súbitamente. Claro, como creo conocerme tan bien, no tardé nada en apuntarlas, sin titubeos. Ha quedado muy bien, muy «bonita» la «obrita» del sexagenario.
Hace unos días terminé un mosaico formado por dieciséis autorretratos con variadas expresiones y posturas, las que se me fueron ocurriendo sobre la marcha, además de maquillajes (favorecen o al menos disimulan mucho, me parece) y distintos atuendos. Para evitar la monótona repetición tenía que representar distintos papeles, como en la vida. Cada uno de los positivos miden 18*22,7 cm. Los marcos, la mitad blancos y el resto negros, y el que cierra todos ellos negro. La composición total tiene un tamaño de 960*1.120 cm. Esta actuación se me ocurrió para homenajearme con motivo de mí saludable llegada al sexagenario. Son muchos años ya, y a partir del momento en el que la «obrita» quede colocada en una pared de mi casa, mejorará a medida que yo empeore. Está directa e inversamente relacionado el asunto. Me gusta ese efecto mágico de la fotografía que todo lo embellece: las cosas, las caras, los cuerpos y el mundo. Es fácil: después de pulsar el disparador, todo empeorará incesantemente. Concluir este homenaje al mérito o suerte de haber llegado tan lejos en edad, con tan buen estado de salud (incluso mental, quiero pensar), me ha llevado varios meses y ha pasado por diferentes estadios. La primera idea eran seis dípticos y seis capítulos temáticos, todos juntos claro; luego más fotos, y después menos y en el incierto y titubeante trayecto bastantes fallidas. Bueno, un jodido lío. Cuando concluí que debían ser dieciséis y las coloqué antes de montarlas, me pareció que el asunto se quedaba corto, porque, a fin de cuentas, era nada menos que mi sexagenario, y así, solas, ese hito tan señalado se notaba poco. Bueno -me dije- es fácil, subtitúlalas. Eso hice. La de hoy: Sexagenario: o el voluptuoso aislamiento.…