Donde hay sitio para dos delfines también puede quedar para tres, o más (tampoco demasiados). Estos están trabajando en la sesión de tarde en el Brookfield Zoo de Chicago. Todo se desarrolla con arreglo a la lógica habitual: los cuidadores hacen su trabajo y previsiblemente cobran por ello; el público paga doble entrada para ver el espectáculo, y los delfines-artistas obtienen su ración de comida y aplausos. Incluso podrían prescindir de la comida y hasta de los aplausos, aunque esto último les puede ocasionar escepticismo y desaliento. A pesar de la dureza y de las servidumbres del mundo del espectáculo todos están conformes. El arte es así, señora mía, y el fotográfico más.
8 JUNIO 2005
© 2004 pepe fuentes