Muy asustados fuimos hasta el siguiente pueblo y buscamos un teléfono. Al otro lado, mi madre llorando: «por fin hablo contigo, que alegría que no te haya pasado nada». Yo no entiendo lo que ocurre y me explica que, a las 4 de la madrugada sonó el teléfono, era yo: «todo se ha acabado, pero no te preocupes, no pasa nada» y colgué. Ella pensó que me iba a suicidar porque además, el tono de mi voz era muy bajo y triste, como si estuviera en las últimas. A partir de ahí, movilizaron un dispositivo de localización que duró hasta las once de la mañana.
22 OCTUBRE 2005
© 1980 pepe fuentes