TRABAJO POR CUENTA AJENA: DE OFICINISTA.
Mi vida de trabajador empezó en un lugar en el que cada mañana tenía la responsabilidad de cambiar las hojas del calendario. Esta actividad me gustaba, lo hacía bien, no me suponía ningún esfuerzo y además tenía un componente de gran responsabilidad: manejaba el tiempo administrativo de aquel sitio. Lo más importante era que, al dorso de la hoja, había pasatiempos y entretenimientos diversos, pero, a mí, lo que más me gustaba era cuando había citas literarias y filosóficas; las leía con avidez y algunas las guardaba (todavía sigo haciéndolo, aunque no de calendarios, han desaparecido). Esta experiencia ha sido la mayor aportación cultural e intelectual que me proporcionaron mis largos años de trabajador por cuenta ajena.
19 ENERO 2006
© 1979 pepe fuentes