Epílogo a una aproximación al mundo del trabajo: durante este mes he esbozado algunos apuntes sobre mi manera de entender esa condena necesaria que es trabajar, sin la cual no somos nada. Ahora soy un segregado laboral, al que le faltan inmensas cantidades de tiempo irrecuperable, pero feliz, a pesar del agujero de la falta, de no tener que seguir agrandándolo (el agujero). Es un estado de gracia sólo comparable al de la enajenación amorosa, con la diferencia de que no tener que trabajar para otros es una situación de gozo permanente, sin embargo, el néctar amoroso, lo más probable es que sea cosa de poco tiempo. Además, qué saludable resulta no tener que soportar a tanta gente que no me gustaba!
31 ENERO 2006
© 2006 pepe fuentes