El otro día pensaba en una especie de pacto fáustico por el cual pudiera vivir eternamente mientras fuera capaz de seguir editando cada día una fotografía y un texto. El día que fallara, por la razón que fuese, mi vida se desvanecería. Enseguida sentí desazón y miedo: no me creía capaz de prolongar este diario más allá de unos días, o a lo sumo, y a costa de un esfuerzo titánico, unos pocos meses. Inmediatamente conjuré mis ensoñaciones mefistofélicas no fuera a ser que la realidad imitara al arte (lo digo en honor a Oscar Wilde)
25 JULIO 2006
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