Un hombre anónimo de rasgos rotundos: cabeza grande, frente amplia, barbilla firme y prominente y sonrisa franca. No parece acosado por las dudas y las sombras y muy probablemente es sociable y amigo de sus amigos. Es un hombre anónimo y sano que habitará para siempre en mi archivo, porque me gusta mucho la fotografía que le hice a pesar de no conocerle y de que será un hombre anónimo para mí hasta el final de los tiempos. Me apropié de su imagen sin que nos diéramos cuenta ninguno de los dos. Es un anónimo hombre de Cuenca al que yo no volveré a ver nunca, salvo en esta fotografía que me permite establecer una relación amigable con él, sin las interferencias de la incomprensión y el cansancio.
Toda persona anónima es perfecta. Antonio Porchia