DIEZ REFLEXIONES EXISTENCIALES DE UN HOMBRE INVISIBLE X.
El verbo se hizo carne. Ayer, al final del día, asistí a la inauguración de la exposición de un amigo (muy bonitas fotografías; siento algo de envidia porque yo no sé hacer fotografías tan bonitas y menos de colores, como él, qué le vamos hacer). Entonces, otro amigo, delante de unas cervezas y ya más tranquilos después del acontecimiento, me dijo que yo ahora estoy mucho mejor, porque antes estaba –atormentado-. Me impresionó mucho que alguien que me conoce bien me dijera algo así. Enseguida empecé a buscar en el pasado momentos desgarradores y, aunque algunos me venían a la memoria, enseguida se desvanecían lo que me hizo pensar en mi gran capacidad para la simulación, porque mi amigo no se equivocaba, faltaría más. Ahora ya no disimulo mi bienestar, estoy cojonudamente bien, «El alma define el secreto del cuerpo» Pascal Quignard, y espero que mi retrato y yo nos parezcamos cada vez más (por eso hago pruebas de vez en cuando). Sólo me falta firmar autógrafos y tatuarme un poquito (señal inequívoca de éxito), sí, como Beckham o García Alix (este último en fotografía) o quizá apuntarme a una minoría oprimida o racialmente discriminada, aunque como dice Porchia: «Si tienes un mundo, no lo pierdas buscando en él un mundo.»