Tetralogía del hombre caído Cuarto acto. Voz en off.
Cuando haya dejado de existir, no habré existido nunca. Antonio Porchia
Primero miró y comprobó que ya no tenía a su lado la ropa que se había quitado, y entendió que no era un mal sueño, que ya no saldría de ese último rincón. A su izquierda la pared se había tornado negra otra vez y empezaba a avanzar hacía él imperceptiblemente. Supo que terminaría envolviéndole hasta el desaliento final. Despacio, muy despacio fue dejándose caer al suelo, entregado. El dolor de la desesperación se había desvanecido y la consciencia se adentró suavemente en un territorio blando y acogedor. Si le hubieran traído su sombrero y su gabardina para que se fuera los habría rechazado, ya no los necesitaba, ya no quería mantenerse de pie por nada ni por nadie. Sólo quería adormecerse despacio y que la pared negra le acogiera. El mundo de los hombres erectos no le interesaba porque él ya era un hombre caído para siempre. FIN.