15 DICIEMBRE 2006

Vuelvo por un momento hacia atrás en el día de hoy, lluvioso y resbaladizo (dieciocho de octubre). Son las 13,30. La ciudad me encoge el ánimo y, de regreso a casa, paso por este lugar. Lo fotografié hace unos meses porque me gusta mucho y porque pensé en utilizar las fotografías para hablar de un tema sobre el que me apetece dar mi opinión. Se cumple el setenta aniversario del inicio de la guerra civil que tuvo lugar en el país donde nací y vivo y, antes de que finalice el año, quiero expresar lo que siento al respecto con dos fotografías y dos pequeños textos.
En esta fachada todavía se pueden observar las huellas de la confrontación: desde este agujero disparaban los «republicanos»  que su vez  eran disparados por los «nacionales»; no parece que tuvieran mucha puntería, aunque los que se escondían detrás de la  tronera  tuvieron  menos porque fueron derrotados. Siento un lejano  sentimiento de tristeza pero que apenas si me afecta, sobre todo porque, aunque dedicara el resto de mis días a analizar  las diversas circunstancias que se dieron para así adoptar una posición moral propia que me dejara tranquilo, no llegaría ni siquiera al uno por ciento de las variables posibles, así que  me dedico a otra cosa. Sólo sé lo que todos;  que fue una tragedia, inmensa e irreparable, y que hubiera sido mucho mejor que no sucediera.  Tampoco quiero entrar a determinar qué pudo haber sido mejor para este país porque, si bien al comienzo la razón moral estaba claramente al lado de los perdedores (eso creo), luego, el discurrir de la historia y los hechos que sucedieron en Europa, me han hecho pensar que la deriva que podrían haber tomado los acontecimientos habría sido muy peligrosa para todos nosotros. «La libertad engendra la anarquía, ésta conduce al despotismo, y el despotismo desemboca otra vez en la libertad» Henri Barbusse. Esta premisa no necesariamente es así, salvo en países como el mío (hasta ahora).