Tres personajes en un juego de espejos endiablado. Nada es lo que parece. Se observan a si mismos y a los otros dos y el perfil que los va conformando cambia caleidoscopicamente dependiendo del narrador. Los rasgos más precisos e inquietantes de cada uno de ellos aparecen en la interpretación de los otros.
Son los protagonistas de La mujer justa, de Sándor Márai, a los que se une Lázár, escritor y amigo de Péter, en un segundo plano pero dibujado con trazos potentes e inquietantes. Péter es enigmático, impoluto, y nihilista a su modo, que sabe del sentido trágico de la vida y la sobrelleva con una pulcritud y lucidez insoportables. Uno de los momentos más emocionantes de la novela es su despedida de su pasado y quizá de su vida misma narrado por su segunda esposa, Judit, quizá el personaje más oscuro de todos «…se alejaba con la cabeza descubierta y el abrigo impermeable en el brazo, a paso lento pero seguro…como si supiera exactamente a donde se dirigía, es decir a la nada».
Según la descripción de la novela, esta despedida se produce a la orilla del Danubio, con Pest al fondo, muy cerca del lugar donde hice esta fotografía. Budapest, a la que espero volver algún día, me gustó mucho; como todas las ciudades escindidas por un río. La mía también está dividida por un río (yo vivo en la otra orilla, enfrente, siempre enfrente), pero me gusta más Budapest.