Por fin una nueva publicación en español de Kjell Askildsen, Los perros de Tesalónica (Hundene i Tessaloniki y Martin Hansens utflukt). Relatos. Impactos, puñetazos en cualquier parte sensible del cuerpo o del alma. Comienzo a leer caminando, al rato, el desasosiego me provoca una ligera atrofia en algunas partes del cuerpo. Me paro, me siento en un desnivel del suelo, sobre la tierra, y llego hasta el final sin parar. Al leer las escuetas descripciones de las casas donde sobreviven los personajes, como peces que boquean fuera del agua, sentí que una corriente de aire enfermizo se me introducía por algún resquicio desprotegido. Pero no, no fue eso lo más importante; lo que más me impresionó fueron las numerosas preguntas que dejan sin responder todos sus personajes, preguntas sin importancia y a las que daba igual obtener respuesta o no: «-No creo que nadie tenga un lugar mejor- opinó ella. Él no contestó.» El helado e inevitable infortunio lúcido de las criaturas que se mueven por sus historias, te agarra con fuerza en los finales; aparentemente inocentes: «-¿No es un lugar maravilloso? -Ya lo creo- contestó él». Un diálogo como éste, cuando acaba el libro, te coge por la nuca y te obliga a mirar al vacío opresivo de los protagonistas y al espejo que tienes cerca, en la penumbra. Demoledor Kjell Askildsen.
5 ABRIL 2007
© 2006 pepe fuentes