23 ABRIL 2007

Desde mis ventanas veo, a un kilómetro de distancia, la pequeña casa de guardeses de un castillo junto a un río en la que viví con mis padres parte de mi infancia y mi juventud. En la otra, la vieja casa de una sola planta, sólo vivimos durante año y medio. Hace poco tiempo, ya fallecidos ellos, la derribamos y construimos esta, de tres plantas. Supongo que he progresado, aunque de lo que es progreso o no, yo no sé casi nada. No he conseguido alejarme de un kilómetro cuadrado nunca. A veces he soñado con horizontes lejanos, pero muy poco, porque creo que siempre he sabido que mi sitio está en este  kilómetro cuadrado y, a partir de ese íntimo convencimiento, me he dedicado a cultivar mi vida en el maldito,  enfermizo y maniático, kilómetro cuadrado de siempre.