Sigo encontrándome gatos. Pienso en mis padres y me pregunto una vez más qué me enseñaron y no sé qué responderme. Siempre he creído, injustamente, que no me enseñaron nada en especial, sino que aplicaron unas cuantas normas básicas, controlaron las horas de vuelta a casa y se enfadaron por cosas que yo no consideraba importantes. Nada más. Nunca se sentaron frente a mí a transmitirme sus conocimientos y darme directrices y normas éticas para vivir. No, no lo hicieron, y a ellos les pasó lo mismo; sus padres, mis abuelos, sólo les dieron alguna que otra pauta y siempre sustentada en la autoridad y la norma. Antes las cosas eran así, al menos en el mundo al que pertenezco. Todo era más sencillo: los padres cuidaban de los aspectos básicos, no había actividades extraescolares ni complejas tecnologías y, sobre todo, el sentido de la autoridad no estaba invertido, como ahora. No nos enseñaban nada en especial y lo que necesitábamos lo aprendíamos solos, mirando a los demás y también a nuestros padres, casi sin darnos cuenta. Creo que era mejor así.
12 JUNIO 2007
© 2007 pepe fuentes