MI VIDA DEPORTIVA. En mi infancia estuve la mayor parte del tiempo solo, sin juegos; aunque no sé exactamente dónde empieza y termina la infancia y tampoco la soledad. Después, cuando tuve ocasión de hacer algo con los demás, ponía mucho entusiasmo: me salían bien los juegos y mal los deportes. Con doce o trece años jugaba al ping pong con compañeros de colegio en una sala de billares oscura, antes de entrar en clase por la tarde. No era buen jugador, pero las partidas se resolvían sin pretensiones y, afortunadamente, los otros, eran tan malos como yo.
1 SEPTIEMBRE 2007
© 2007 pepe fuentes