Mi incompetencia deportiva tenía que ver con los otros, más exactamente con mi relación con ellos (me parece). Si se trataba de hacer algo en colectividad, por ejemplo, aprender algo en una clase y luego ponerlo a prueba en competencia con los otros (sí, ese asunto de ser el primero o el último de la clase) yo, automáticamente, pasaba a la última fila y sólo conseguían ganarme la plaza los subnormales, pero puedo asegurar que arrebatarme el último puesto no les resultaba fácil. Creo que el problema debía ser de inadaptación grave para caminar al lado de alguien o contra alguien (lo de la dichosa competitividad). Todavía no me había tropezado con el aforismo de Sartre: «el infierno son los otros«, luego reaccionaba sin base intelectual, por instinto, supongo. De todas formas, esto no es más que una hipótesis, porque nadie me lo ha explicado nunca con claridad y lo he intentado a veces (hasta he pagado a analistas que me ayudaran a desentrañar las causas y hasta que me curaran), pero fracasamos todos.
4 SEPTIEMBRE 2007
© 1985 pepe fuentes