Opino que la autoría de obras como la del tiburón en formol debería ser compartida con el comprador (¿?). Decididamente falta algo en la firma de la obra. Yo, en lo primero que he pensado es en él, ¿quién será el atrevido comprador? Me muero de ganas de saberlo (quizá me comprara la sardina de la catedral de Oviedo). Él es el verdadero artista; sin su generosa aportación económica, obras así no existirían (una ocurrencia puede tenerla cualquiera, doce millones de dólares, no). Hay que ser verdaderamente original para pagar una astronómica cantidad de dinero por un tiburón (muerto), tenerlo un rato y tirarlo porque se ha podrido y huele que apesta. Yo, por ejemplo, en vez de un tiburón propondría un Rinoceronte, es un animal bellísimo (y más grande), para hacer algo parecido, aunque quizá fuera mejor disecarlo. Si alguien tiene veinticinco millones de dólares y se ánima, que me escriba: le monto el espectáculo y hasta le dejo que firme la obra, faltaría más.
17 SEPTIEMBRE 2007
© 2004 pepe fuentes