Primero avión de Madrid a Barcelona (nada reseñable). Luego el barco. Nada más salir de Barcelona, una pequeña incursión de reconocimiento por cubierta, con las cámaras, por supuesto. Empiezan a aparecer compañeros de viaje, también invitados. No me despiertan ningún entusiasmo: a mi sólo me gusta estar dónde, cuando y con quién elija; y a esas gentes no las había elegido. Podríamos haber optado por no aceptar la invitación, pero no era recomendable: a veces hay que hacer concesiones para poder ir tirando. Menos mal que siempre está ella, que aunque era la causa de que estuviéramos atrapados, sin salida y rodeados de agua, al menos podíamos reírnos y eso estaba bien, muy bien.
8 DICIEMBRE 2007
© 2007 pepe fuentes