El tercer día, la resurrección: pisar tierra firme. Yo no soy marinero, por lo que navegar no lo encuentro nada natural. Había que compartir la excursión con los compañeros de viaje (sólo algunos, porque había muchos). Fuimos al volcán Etna en autobús. Por el camino, una guía argentina italianizada (o al revés), nos contaba las cosas que se suelen contar a los turistas en estos casos. Era un buen momento para dormitar. Ya en la montaña del volcán, el paisaje resultó intenso, hermoso; un lugar donde a mi me hubiera gustado permanecer horas fotografiando (sólo estuvimos 45 minutos en fila india; menudo latazo, pero mejor que nada).
10 DICIEMBRE 2007
© 2007 pepe fuentes