Volvamos a nuestro hombre. Ocupa un puesto muy importante en la ciudad: es el presidente de una entidad de prestigio (lo sé porque le conozco desde hace muchos años, aunque él no me conoce a mí y ni falta que nos hace a ninguno de los dos). Cuando se cruzó conmigo iba hablando por teléfono, ¿cómo no?; es un hombre de grandes responsabilidades sociales y financieras. Cuando le he visto por ahí, en la calle o en los bares, le he observado con interés y me han asombrado: sus gestos, su manera de hablar, su aparente seguridad en si mismo. Siempre me ha parecido un hombre que se podría definir como «campechano», abierto, casi popular; aunque eso sí, señalado por unas cualidades de liderazgo e inteligencia superiores: se le nota que él se nota un hombre de especial relevancia. Procuraba fijarme en su singularidad provinciana a ver si conseguía copiarle en algo y ser un poquito importante como ÉL. Absurdo: nunca podría conseguirlo.
21 DICIEMBRE 2007
© 2007 pepe fuentes