Da igual la trascendencia de la obra que cada uno pueda hacer; tampoco eso es lo importante. Todo está ya hecho (o casi todo), lo que supone que es altamente improbable que uno pueda aportar algo de interés a lo ya realizado. Uno hace lo que le sale y da igual que conecte con lo «último» con lo de ayer o con lo de hace ciento veinte años. Tampoco es importante la calidad; para uno mismo sólo debe importar la autenticidad o la ilusión de la verdad.
28 JULIO 2008
© 2002 pepe fuentes