Conduje atento al paisaje por si divisaba alguno de los motivos que me había propuesto fotografiar, pero aunque vi alguno, ninguno me atrajo lo suficiente y además me daba pereza parar. Llegué a un pueblo que se encuentra a cuarenta kilómetros de mi casa, me adentré en él y busqué la salida hacia el sureste, porque al fondo se divisaba una zona escarpada muy pedregosa que podría ser conveniente a lo que me proponía. Subí con el coche por un camino sinuoso y estrecho hasta llegar a una ermita bien conservada, con una explanada frente a ella y un poco más arriba un molino quijotesco abandonado a su suerte, pero todavía entero y digno. Fotografié una puerta tapiada de la ermita. Me gusta mucho la representación de lo que se ha malogrado; de lo que fue y ya no es. Cuando me tropiezo con alguna de esas paradojas procuro llevarme su imagen: siento un leve y sonriente placer con el sinsentido.
7 ABRIL 2009
© 2009 pepe fuentes