Cerca de ese pueblo perdido en el campo llano (Cabezarados), están las también perdidas y olvidadas Minas de San Quintín. Me gustan mucho las minas, ahora ya casi todas abandonadas (por eso me gustan, creo). Quizá tenga que ver con su poder metafórico o simbólico, en un doble sentido: agujeros o arañazos en la tierra donde se extraían materias que antes eran valiosas y ahora no y el resultado del abandono que deja lugares desolados y solos. Ese ejercicio de mirar y fotografiar la devastación me hace esquivar el peso del tiempo mientras trabajo con mis viejas cámaras; sencillamente porque me gusta. No pienso ni lamento nada, simplemente disfruto caminando despacio y buscando encuadres entretenidos y levemente sugestivos. Tampoco lamento la desolación de lo que fue; a fin de cuentas yo también me voy a morir.
18 MAYO 2009
© 2009 pepe fuentes