MI VIDA SENTIMENTAL, a finales de los años ochenta y 1990.
Esta fotografía es de 1989,
concretamente de Febrero.
Cuando me sentía neurasténico
y sin ganas de nada, se me ocurría,
al atardecer, cargar con la cámara
e irme al campo a fotografiarme,
a ser posible con iluminación
y escenografía dramática,
acorde con mi estado de ánimo.
Solía significar que no tenía
el sexo que necesitaba;
aunque también había
otros motivos. Seguro.
En los años ochenta,
nunca me faltaron mujeres,
dispuestas a tener sexo conmigo.
Bueno, tampoco mi suerte
era tan fabulosa: a veces
no me interesaba a mí (pocas),
y otras (más) no les interesaba a ellas.
Luego, el año noventa:
Entré en él junto con una
chica con la que me divertía.
Todo iba bien,
salvo que no era la mujer de mi vida.
Decidí dejarlo: torpemente, la dije
que era lo mejor para ella,
que no quería que perdiera el tiempo.
Claro, me mando a la mierda, y
probablemente me insultó,
aunque no lo recuerdo.
Sí que me dijo: lo mejor o peor
para mí, si no tienes inconveniente,
es cosa mía.
Me callé avergonzado y arrepentido;
¡qué estúpido pretencioso!.
Nunca me había pedido nada;
sólo nos hacíamos compañía,
reíamos y disfrutábamos
de buen sexo. Para qué más.
A pesar de todo, me alejé.
Era inevitable.
Supongo que tenía sueños de amor
y necesitaba la sensación
de disponibilidad absoluta
para encontrarlos.
Nunca me he sentido bien
con las componendas.
El salto fue al vacío, una vez más.
Nada de compañía, nada de risas,
nada de sexo.
Otra vez la neurastenia…