…La primera vez que la vi,
seis años antes, fue en un bar.
Se besaba con su novio de entonces,
y yo, sólo, como solía estar,
mirando a ver con quien deseaba
y conseguía ligar.
Me gustaba ser dueño
completamente
de la decisión de hacía
dónde dirigirme.
Me llamó la atención y me dediqué
a observarla durante un buen rato.
No se dio cuenta, sólo tenía ojos
para su chico con el que parecía
encantada.
Tuve la intuición que era
una mujer que podía entrar
en mi vida para quedarse.
La reconocí como alguien
tan cercano
que podría estar ya dentro de mí.
Pero claro, no nos conocíamos.
Tenía dieciocho años
y los aparentaba:
-es lógico que esté con un
tipo bastante más joven que yo;
mi historia y mis necesidades
son otras-, me dije.
Me fui a pensar en otras chicas
y otras cosas.
Pero, siempre que nos veíamos
por la calle nos decíamos ¡hola!,
aunque nadie nos había presentado;
pensaba: -ahí va mi chica-,
y luego olvidaba:
no era el momento todavía,
Supongo.
Aunque eso no lo sabíamos.
El destino funcionaba sólo,
sin instrucciones.
Pasaron los años,
ambos tuvimos otras historias,
y todas acabaron antes o después.
Siempre acababan.
Todas…
3 JUNIO 2009
© 1990 pepe fuentes