…Por fin llegó la noche
del doce de Mayo del noventa.
Según me contó después,
no pensaba salir,
pero su amiga casi
la arrastró a la calle,
a aquella discoteca,
a la que yo también
había ido con mi amigo;
y si no hubiera estado con él,
habría ido sólo, porque,
un sábado por la noche,
no me quedaba en mi casa
por nada del mundo.
Le tocaba jugar al destino, harto
ya de nuestro distantes
y tímidos saludos
y de no recibir instrucciones.
Ella, se acercó a pedir fuego.
Comenzamos a hablar
y no lo pudimos dejar
en toda la noche,
hasta que se hizo de día.
Dormimos un poco por la mañana,
por la tarde nos volvimos a ver.
Había un pequeño contratiempo,
apenas sin importancia:
en ese momento ella tenía novio,
con el que compartía un negocio.
Me dijo: no es problema,
lo soluciono enseguida.
Así fue.
A partir de esa noche, diecinueve años
sin separarnos.
Las dos fotografías anteriores,
se las hice en Lisboa, unos días después.
Enseguida nos apresuramos
a irnos de viaje, necesitábamos satisfacer
la avidez que teníamos
de estar juntos todo el tiempo.
Habíamos tardado en vivir
lo que intuíamos que ocurriría
desde mucho tiempo antes,
pero que no debía llegar
hasta el preciso
momento en que lo hizo.
Cuando el destino quiso.
Ahora, me sigue haciendo feliz
estar con ella noches enteras
de fin de semana, por ahí,
compartiendo lo que vemos
y lo que no. También todas las demás.
Hoy también celebramos algo,
pero sólo diré que tiene que ver con ella
y el siempre insatisfecho paso del tiempo.
4 JUNIO 2009
© 2008 pepe fuentes