No me importaba el signo político del origen del lugar, aunque sí el hecho de que fuera de inspiración marcadamente política. Pero, esencialmente, lo que más me interesaba eran las imágenes que se conformaban en mi visor, y que se me antojaban oníricas e improbables: una construcción que excedía los límites razonables y me situaba en una dimensión irreal, fría, inhóspita y desasosegante. Plásticamente me interesan mucho esas sensaciones, porque lo desapacible nos conmociona, y precisamente por eso puede formar parte del territorio del arte. Me pregunté -¿era esa la idea original de los creadores?-, si es así hay que concederles una inteligencia diabólica y respetable por su eficacia. Si sólo se trataba de una cuestión de simple vanidad, todo resulta decepcionantemente banal y estúpido.
7 JULIO 2009
© 2009 pepe fuentes