…Me coloqué a un lado, al borde de la procesión de rostros, pero el tipo que estaba delante de mí entorpecía mucho mi trabajo; su mujer, a su lado, en muchas ocasiones interponía un estúpido abanico en el ángulo y trayectoria de mi objetivo. Sufrí de impaciencia y apenas tenía ocasión de elegir las caras que más me interesaban, sino sólo disparar en los intervalos que me permitía el dichoso abanico. Mejor, me dije –así también actuará el azar, que suele ser más eficaz que yo-. Mientras duró el desfile estuve concentrado en que no se me escapara nadie que fuera posible fotografiar. Luego, me alejé de la zona y caminé entre la gente, muy numerosa en el centro de la ciudad. Seguí mirando caras, sólo caras y caras, a veces también cuerpos, y la visión me resultaba desalentadora. Hay momentos en los que ya no sé lo que me es propio; o lo que es mera contaminación de mis autores: «Tengo problemas con la cara humana. Me resulta muy difícil mirarla. Me encuentro con la suma total de la vida de cada persona escrita allí, y es una visión horrible. Charles Bukowski.