A lo largo de una semana he llamado a mi amiga H., varias veces al día, con un nudo en la garganta. No recibo respuesta. Hablo con Yuki por si ella sabe algo; me dice que va a llamar a ver qué averigua. Poco después me cuenta que H. lleva varios días esperando mi llamada. Parece ser que el número que marcaba era erróneo, cuestión inexplicable pues lo tenía grabado y era el mismo en el que siempre había hablado con ella. Llamo inmediatamente y mantenemos una conversación nerviosa; ella se manifiesta animosa, y ríe, y se emociona. Yo también. A mi pregunta de cómo se encuentra, me contesta: «tengo como un quiste (una vez más la palabra cáncer se evita instintivamente; todos sabemos que se parece demasiado a la de -muerte-), pero estoy bien, no parece que me esté muriendo». Seguimos charlando como si nada ocurriera, bromeando a veces y sin apenas referirnos a la enfermedad. Me repite varias veces que no está tan mal gracias a la fuerza que le mandamos desde aquí. Me impresiona su fe en lo intangible, en el espíritu, en el ánimo. Qué lejos me siento de esas creencias.
4 OCTUBRE 2009
© 2008 pepe fuentes