…Nada más entrar en el antiguo y romántico cementerio, llegó una gran limusina con chofer uniformado. Del aparatoso vehículo se bajaron varias ancianas que lentamente se dirigieron a una pequeña y soleada pradera de césped. Allí, se sentaron en bancos y sillas plegables a charlar con parsimonia. De vez en cuando, una se levantaba y daba un corto paseo entre las lápidas, ayudándose de un andador. Estúpidamente, pensé que habían elegido ese acogedor y bello lugar como terapia y aclimatación ante lo que se adivinaba ineludible y cercano. Pude fotografiarlas, pero no quise. Tampoco habría podido: un respeto pudoroso me impedía meterme indiscretamente en su tranquila y agotada intimidad… «Siéntate ya a contemplar la muerte». Antonio Gamoneda.
17 OCTUBRE 2009
© 2009 pepe fuentes