…No me pareció suficiente (el gato), y seguí parado. Esperando algo más. De vez en cuando miraba por el visor, aunque sabía perfectamente lo que había al otro lado. A veces lo que capta la cámara es distinto a lo que miras y en ocasiones ves. Cuando eso ocurre tampoco sueles darte cuenta aunque estés viendo la escena a través del visor. Es como la revelación de lo invisible (un ectoplasma, por ejemplo, que fotografíe una vez y que tengo guardado en mi casa). La cámara en el trípode, yo a su lado; la calle Santa Eulalia, iluminada por el sol de la mañana, enfrente. A mi derecha un convento, a mi izquierda, no me acuerdo, creo que era una casa; quizá donde vivía el gato. A mi espalda la calle Garcilaso de la Vega. Nadie más, que yo fuera capaz de ver. Y en esto apareció un tipo que venía deprisa, pasó por mi lado sin reparar en mí (como el gato), y avanzó hacia la calle Santa Eulalia sin mirar hacia atrás. Le fotografié, claro, es a él a quien yo esperaba sin saberlo.
11 ENERO 2010
© 2009 pepe fuentes