Catorce de diciembre: amaneció nevando y además era lunes. A las doce de la mañana la nevada seguía aumentando hasta el disgusto. No es frecuente en mi ciudad. A mí no me entusiasma la nieve; no tiene ninguna gracia cuando es preciso caminar. Una de las muchísimas cosas que me distancian de mis conciudadanos es que a ellos les gusta mucho la ciudad nevada; eso dicen todos con los que hablo, que son pocos, la verdad. Les encanta. A mi estéticamente me parece una obviedad. Tal vez sea decorativa desde un ventanal y poco más. Me pasa lo que a Lucía Mae, a quien tampoco le gustó la nieve cuando la vio en Chicago el siete de diciembre. Conseguimos que saliera a la calle y la pisara, pero enseguida dijo: «No gusta; casita bonita». Suspendimos la excursión inmediatamente y regresamos. Éste era el panorama que teníamos frente a nosotros.
19 ENERO 2010
© 2009 pepe fuentes