La noche, tal vez; pero no como expresión limitada y ciega, sino como iniciación a lo inabarcable y perturbador. Una imagen, una percepción, una palabra por cada uno de los habitantes o visitantes. Por mí mismo no sabría elegir una sola palabra; y sobre las percepciones y las imágenes estoy trabajando ahora. Tan tarde ya. Es un camino que sólo vislumbro a veces, sólo a veces; y eso me hace continuar. Si supiera adónde voy, abandonaría inmediatamente. No pretendo duplicar la ciudad, sino duplicarme yo en ella. A estas alturas no me interesa el arte; ni la verdad, ni la belleza, ni la trascendencia: sólo me intereso yo. No, no es egocentrismo, sino impotencia (no sé gran cosa de nada y soy yo quien está más a mano). El recorrido de mi capacidad de observar sólo alcanza un metro escaso: la distancia exacta entre mis ojos y mi ombligo. Vuelvo a la palabra esencial: yo no la tengo, por eso la he buscado en otros y la he encontrado en Cervantes, en quién si no: «Peñascosa pesadumbre…». Sí, podría adoptar –pesadumbre-, ninguna mejor hasta que encuentre la mía.
5 FEBRERO 2010

© 2009 pepe fuentes