Veintisiete de enero: visita a mi tío Clemencio Fuentes. Mi padre tuvo cinco hermanos, dos murieron antes de que yo naciera. Mi padre murió hace treinta y dos años. Mi tía Milagros, la hermana pequeña, hace mes y medio. El único Fuentes mayor que queda es él, el primero de los hermanos. El siguiente por edad soy yo y detrás su hija, Marisa. Sentí una imperiosa necesidad de ver cómo se encontraba, después de tantos años sin vernos. Siento que pertenezco a la rama familiar de mi padre, más que a la de mi madre. No hay razones, sólo impresiones, y esas me bastan. Mi tío es un hombre serio, cariñoso y sensible. Fue un chef de alta cocina, prestigioso y premiado con una excelente edición de un libro con sus recetas más apreciadas. Siempre he sabido que es una excelente persona y hoy he tenido la misma certeza. Ahora siento no haber tenido más contacto con él, pero en fin, a veces las cosas no salen como debieran y, por si fuera poco, tampoco apareció un poco de lucidez para echar una mano. Hemos pasado un par de horas hablando, recordando cosas de la familia y lamentado todas las pérdidas que se nos han acumulado, pero también nos hemos reído con anécdotas divertidas, como la del gato escapista. En la fotografía de hoy, gentileza de mi prima Marisa, su única hija, aparece mi tío, a la izquierda, con su padre, mi abuelo Pepe Fuentes (era conocido como el señor Pepe). Esta fotografía, además de bellísima y entrañable, es muy importante para mí, porque es la mejor que tengo de mi abuelo Pepe, del que apenas tengo recuerdos vividos, pero que siempre tengo muy presente. No puedo ni quiero eludir la incesante evocación de mis orígenes.
16 FEBRERO 2010
© pepe fuentes