Hoy, los católicos celebran lo que ellos llaman –viernes santo-. Nunca entenderé cómo es posible que unos hechos improbables y unas palabras imposibles y manoseadas hasta la nausea se repitan y permanezcan a lo largo de milenios. Está fuera de mi alcance comprenderlo. A lo mejor es que no tengo cerebro y sólo soy un saco de contradicciones e incertidumbres. Algunos años, este mismo día, nos hemos acercado a una ciudad distante, a ver a los creyentes de la homologada religión católica en plena catarsis del tambor. Es una oportunidad para fotografiar rostros contraídos por el esfuerzo y la mística. Sólo eso. El sacrificio por la causa fotográfica es enorme, porque detesto la cultura popular, y si es de orden religioso más. Cuando veo a alguien disfrazado con cualquier uniforme de cualquier fe, me dan ganas de correr desesperadamente en sentido contrario. Este año no hemos ido así que coloco tamborreros de otro año.