…La inaudita representación seguía su curso: un gran estruendo se aproximaba hasta donde nos encontrábamos. La procesión ascendía lentamente. El cristo se divisaba al final de la cuesta y en torno a él una espesa e informe masa de hombres exaltados. De vez en cuando callaban todos, los hombres se quedaban paralizados, el silencio absoluto cortaba la respiración; duraba unos instantes y, súbitamente, al unísono, todos golpeaban con saña sus tambores. El ruido ensordecedor emergía desde el completo silencio, sobrecogiendo el ánimo…
23 ABRIL 2010
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