Diecisiete de septiembre. Nueve y tres (a.m.): ayer sólo cumplí con dos de las partes de mi plan en Madrid; compré químicos, visité a mi tío Clemencio, pero no me dio tiempo a ver la exposición Turner y los maestros. Lamento profundamente perdérmela, porque ya no podré volver (termina el diecinueve). A cambio, comí estupendamente con Naty, en un restaurante americano. A mi tío le encontré bien, quizá algo decaído. En un momento de la conversación, en el que contaba los ejercicios físicos que hace diariamente para mantener su tono muscular, se quedó un instante en silencio y a continuación dijo, dirigiéndose más que a nosotros a sí mismo –si tanto esfuerzo me sirviera para algo…-. Le contestamos que por supuesto, que le servía para sostener su vida en buena forma. A continuación se levantó para dar un paseo. Su vida ha sido siempre así: una férrea y disciplinada voluntad de superación. Entrega incondicional al trabajo bien hecho. Ahora le toca trabajar para vivir los años que su destino le tenga reservados, con la máxima dignidad y autonomía física. Lo hace con una fuerza inusitada. Admirable. Soy Fuentes, como él; pero yo me habría rendido. Supongo, porque a lo mejor no.
19 OCTUBRE 2010
© 2010 pepe fuentes