Ella es mi tardía amiga T. Creo que, aunque fuera de tiempo (ya no es momento de hacer amistades, sino de disfrutar de amenos pasatiempos), puedo incluirla entre las escasísimas personas que siento como amigas. Por qué? Pues porque sí. Nos conocemos desde hace seis o siete años y siempre hemos sentido placer tratándonos, al menos en mi caso. También nos encontramos por la noche. Es el momento más adecuado y civilizado para que la gente nos conozcamos y relacionemos. El día está sembrado de inconvenientes, minas y falacias. T. lleva años autoproclamándose presidenta de mi club de fans. Es mentira, no existe. La broma nos vale para reírnos un poco de vez en cuando. Le he comunicado su despido varias veces. No me hace caso y, según ella, sigue ejerciendo; sin hacer nada, claro. T. es una mujer atenta, cuidadosa, generosa y entregada a los suyos (que son muchos, por cierto). Sin ir más lejos, sigue este diario, a diario, desde hace años, que ya es atención y entrega a causas perdidas. Está aquejada de una tremenda contradicción: es hipercrítica con la estupidez y fina observadora de esa lamentable y extendida característica humana pero, sin embargo, cuando se tropieza con ella, reacciona con paciencia infinita y extraordinaria comprensión. Quizá por eso me aprecia (supongo). Intercambiamos secretos sin pudor y resulta tremendamente gratificante saber que contamos el uno con el otro (al menos en mi caso), para aligerar la presión de los inconvenientes, tan frecuentes. Me gusta haber conocido a T. y que sigamos compartiendo amistad y risas, los fines de semana, muy de noche.
9 NOVIEMBRE 2010
© 2010 pepe fuentes