Vino a -la habitación- cuando todavía no había proyecto definido, pero sí había habitación y ganas de retratar. C. es la mujer de G., que aparecerá mañana. Ambos son personas muy estimables y tremendamente divertidas. Nos tratamos poco; nuestra supuesta amistad (querámoslo o no todas son imaginarias), duró un ratito. A C. la conocí de noche, cómo no. Quizá todo haya durado poco porque C. es más diurna que nocturna, y así no hay manera, claro. Al fin y al cabo todo es sencillo y fatal: cuestión de elección, porque la ubicuidad aún no es posible. Creo que ese nuevo asunto de las «redes sociales» intenta que todo el mundo esté en varios sitios a la vez, pero yo no me lo creo y así no hay modo. Después de unos meses sin vernos ya casi no me acuerdo de qué miradas compartíamos y lo que nos hacía gracia a ambos. Sí me parece que había algunas complicidades como que no nos gustaban el mismo tipo de personas y que ambos detestábamos cierto tipo de estupidez. Hay que ver lo que une el sentido crítico. Además, creo que nos gustábamos bastante, tanto como para compartir y sostener relaciones sociales, a veces durante más de media hora seguida. Todo un prodigio de constancia. Ah, y si no recuerdo mal, elaborábamos juntos estrategias fatales, para reírnos un rato con las opciones que tocaban esa noche. Siento algo de tristeza porque haya desparecido de mi horizonte nocturno esta estupenda mujer; pero por algo será. Ninguno de los dos hacemos nada para volvernos a ver. A una cierta altura de la vida y de la edad, ya no hay tiempo para perseguir sombras (todos los demás lo son), bastante tenemos con ocuparnos del siguiente fotograma de la película; no hay ninguna posibilidad sensata de rebobinar nada, por nada. Adelante, siempre adelante que todo se acabará pasado mañana. Ah, y lo más importante del día de hoy, la sesión fotográfica con C., fue espléndida.
11 NOVIEMBRE 2010
© 2009 pepe fuentes