…Dieciocho de Octubre II. Volví a mi casa a las nueve de la noche. Cené y conté a Naty la experiencia de la tarde. Después, acostado ya, leí un rato -Los hombres duros no bailan- de Norman Mailer. Estoy en el comienzo del libro que promete ser absorbente. Después de leer, al final del primer capítulo, esta frase: «La desesperación es el sentimiento que nos embarga cuando mueren los seres que hay dentro de nosotros«, cerré el libro (tan sólo un día antes me estuvo rondando esa idea aciaga, aunque no acerté a formularla con la misma brillantez, ni mucho menos). Me dormí enseguida. Eran las doce y media. Media hora después me desperté sobresaltado por una pesadilla relacionada con la trama del libro. Me veía dentro de una escena tenebrosa, una especie de pasillo tortuoso donde una ceremonia de muerte tendría lugar, pero no conseguí recordar si era yo el que moría o el que mataba. Completamente despierto, la pesadilla se desvaneció y entré por segunda vez en el piso de mis amigos muertos. Ahora no se trataba de una ficción ominosa, sino del recuerdo de una vivencia de esa misma tarde, que me mordía encarnizadamente y me impedía dormir. Fueron pasando las horas y no conseguía salir de esas habitaciones; iba de una a otra, removía las carpetas y volvía a dejarlas donde estaban, confuso. Y así una y otra vez. A las cuatro de la madrugada me levanté y tomé un somnífero. Tardó más de una hora en hacerme efecto…
(fotografía: dibujo de Harumi Shimono, que se parece a la imagen de mi vigilia)
18 NOVIEMBRE 2010
© 2010 pepe fuentes