El veintiséis de Octubre, por la mañana, a primera hora, levanté todas las persianas de los ventanales de mi estudio (necesitaba toda la luz que fuera posible), recogí de la mesa grande libros, papeles y objetos diversos que suelo tener en ella, y me dispuse a abrir la caja con los cuadernos de dibujo de Harumi. Imaginaba lo que me encontraría porque ya había visto detalladamente un cuaderno que el ocho de octubre me regaló su hermano. Sucedió así: entre una montaña de papeles encontré este cuaderno, lo abrí y comprobé que había diez o doce espléndidos dibujos (no sospechaba que encontraríamos más), y como un niño alborozado por un descubrimiento fabuloso me apresuré a entregárselo a su hermano. Éste, lo abrió circunspecto, lo hojeo y a continuación, cogiéndolo con las dos manos y con una elegante y ceremoniosa inclinación de cabeza, me lo entregó. Me emocionó mucho su gesto. Luego supe, a través de Yuki, que sus hermanos eran de la opinión de que sus creaciones, salvo algunas que se llevarían de recuerdo, debían quedarse con nosotros, porque a fin de cuentas éramos las personas entre las que había vivido Harumi durante décadas. Éste es uno de los dibujos de ese cuaderno…
23 NOVIEMBRE 2010
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