Seis de noviembre: trece cuarenta y cinco. Puerta de entrada a la ciudad (la más importante, hay otras pero son secundarias o traseras). Esperábamos a D. y B. Llegarían puntuales. Venían desde la capital para que les retratáramos. Hacía cuatro meses que no fotografiaba en –la habitación de retratar– y tenía ganas (muchas) de hacerlo. Primero dimos un corto paseo por el centro de la ciudad (trescientos metros, más o menos). Había mucha gente en las calles, pero la escena y el escenario me resultaban sabidos y previsibles. En mi ciudad, en la que llevo demasiado tiempo, no suelo prestar atención a lo que sucede a mi alrededor. Luego, comida ligera. A las cuatro y media: retratos. Aunque D. y B. son nuevos conocidos para nosotros, había buena sintonía con ellos. Pensé que todo podría salir bien si no tenía uno de esos repentinos accesos de inutilidad, que suelen acometerme inoportunamente (en la fotografía, un individuo incierto y pesaroso, que no es ni D. ni B.)…
29 NOVIEMBRE 2010
© 2010 pepe fuentes