El “fotógrafo” me informa que esta serie se titula –Encuentros fortuitos-. Vale, -le contesto-. Automáticamente la cabeza se me va a una cita que recuerdo de memoria: “Bello es el encuentro fortuito sobre una mesa de operaciones, de una máquina de coser y de un paraguas”. Conde de Lautreamont. Me ha costado mucho encontrar, en el incorregible desorden de mi exigua biblioteca, una vieja edición de Los Cantos de Maldoror. He de decir que no he leído ese libro y que me gustaría hacerlo cuanto antes, pero sé que probablemente no lo haga nunca. En el prólogo de esa edición, Ramón Gómez de la Serna, habla de cuestiones tan importantes como “debemos ser cotidianos y perfeccionar la adaptación a la vida sin perder ese sentido de la inadaptación”…“Sólo alcanzando esta gran capacidad blasfematoria podremos ser los seres sensatos y sin pusilanimidad, que debemos ser”. Se refiere a Isidore Ducasse, naturalmente. También: “La crueldad de Lautremont es la crueldad distinguida”. “Si quisiéramos excitarnos de nosotros mismos hasta ese punto, conseguiríamos decir las mismas verdades, las verdades que hay que callar, las verdades que hay que convertir en mentiras”. De esta lectura azarosa y rápida, me llama poderosamente la atención la frase: -las verdades que hay que convertir en mentiras-, y viceversa, añadiría. Creo que esa idea tiene una extraña y arriesgada (también consoladora) conexión con lo que dijo anteayer el “fotógrafo”, sobre la manera que tiene de relacionar su vida con el mundo, con los demás y consigo mismo. Mentiras que son verdades y viceversa. Creo que él mentía de forma verdadera (y viceversa). No sé, tendré que pensar un poco más en todo esto, porque es tan incierto e imprevisible (o todo lo contrario) como las fotografías de esta serie.
18 ENERO 2011
© 1980 pepe fuentes