Esta otra serie la he titulado: -Los hechos prodigiosos-, y es hermana de la de ayer. Ambas tratan de gentes que se dedican al espectáculo. La diferencia estriba en que, los protagonistas de ayer (actores), si no les contratan o les ceden un escenario, no son o no pueden Ser; luego estarán parados y pueden Morir Mañana (como yo si no escribo esto). Sin embargo, los de hoy parecen más libres; sólo precisan de una plaza con transeúntes para montar su espectáculo. Como yo, que sólo necesito una cámara, y un ordenador, y ni siquiera espectadores; luego soy más libre que ellos, si cabe (por eso no temo Morirme Mañana). Estos razonamientos demuestran mi coherencia (intelectual, de las otras no uso) al titular la serie como lo he hecho, porque es, sin duda, un Prodigio que haya personas dispuestas a subirse al revés a una escalera, con riesgo de su vida y a priori a cambio de nada. Una vez que se la han jugado ya verán si les dan algo, aunque no sea nada más que un desfallecido aplauso. A mí no me aplaude nadie y por supuesto tampoco nadie me da nada, pero lo que el mundo no sabe es que hago lo que hago para -No Morir Mañana-. Es mi jodido problema y también mi coartada: el maldito miedo a la Muerte, Mañana. No es fácil el asunto. Mi espectáculo sólo lo siguen con fidelidad unas poquitas personas (si lo desarrollara en una plaza pública subido al revés, a una escalera, las sensaciones serían desalentadoras, seguro). Bueno, a lo que iba, una de esas poquitas personas es mi amigo del alma J.L. (por cierto, tengo que ir renovando los poquísimos amigos que tengo, también para -No Morir Mañana-), con el que mantuve una conversación telefónica después de muchos meses sin vernos. Me dijo, espontánea y sinceramente, «qué aburrido estás con el diario, tío». Vale, -le dije-, y seguimos charlando como si no pasara nada (o sí).
22 ENERO 2011
© 2009 pepe fuentes