-Las composiciones necesarias-, título de esta serie. «…ella sabía mirar sin apenas mirar pero viendo perfectamente. Los neurofisiólogos, oftalmólogos y ópticos no saben explicar ese fenómeno. Tal vez porque no es un fenómeno que se pueda reproducir artificialmente en una laboratorio». Slawomir Mrozek. Sí, eso le pasa a veces a las gentes acostumbradas a fotografiar mucho, a los llamados fotógrafos y especialmente a los fotoreporteros (entre los que no me encuentro). En realidad no sé si es realmente así porque no hablo con esas gentes (los fotógrafos no tendríamos nada que decirnos), y con casi nadie, porque como decía ayer, estoy probando a ver cómo me siento ejerciendo de -hikikomori-. Sí sé lo que me ocurre en momentos excepcionalmente afortunados, y es que, con un solo golpe de vista, sin apenas mirar, consigo componer fotografías de las que luego me siento razonablemente satisfecho; sin tener ni la más remota idea de cómo las hice. Son automáticas e inevitables. Sólo siento un impulso súbito de captar una determinada conjunción de circunstancias que se han conformado casualmente. Intuitivamente las reúno en el visor y pulso el disparador. Muchas, luego, no aparecen, y las que no esperaba llegan discretamente, sin ruido. Escenas en las que la conjunción de elementos deben convertirse en fotografías, son la fotografía misma, y de hecho quizá sólo sucedan porque hay una cámara dispuesta a crearlas. Sin ella, sin la cámara, no existirían. Seguro. Otra de sus características es que suelen carecer de contenido racional o de propósito y sólo se constituyen a partir de la intuición, sensibilidad, sentido estético y deseo del fotógrafo. Consecuentemente, de estas, no tengo muchas.