7 FEBRERO 2011

…Poco después, apareció un hombre a lo lejos con un perro negro. Esperé quieto a que se acercara. Quizá hable conmigo y resuelva algo de lo que me preocupa -me dije-. Se parará o no?, -me pregunté impaciente-. -Se detuvo a mi altura y comenzó a hablarme de la magia de la -vieja fotografía-. Me hizo feliz su discurso. Por fin encuentro a alguien que puede entender mis afanes. No digo nada, -sólo asiento un poco bobaliconamente-. Más adelante me confesó su debilidad (o modernidad), y dijo que a pesar de saber «de que va el asunto fotográfico», se ha pasado a la -nueva fotografía- (digital, naturalmente). Me preguntó, mirando a mi vieja cámara grande, silenciosa sobre el trípode, por qué no me pasaba también a la -nueva fotografía-. Le contesté desganadamente: -porque no tengo tiempo-. Se quedó unos instantes silencioso y perplejo. No debió entender mi respuesta porque noté su malestar. Seguro que pensó que se había encontrado con un demente, o lo que es peor, con un tipo preocupado por cuestiones -existenciales- …