Lo de dentro se parece a lo de fuera, y viceversa. Se parecen porque se imitan. La serie: -De Fuera-a-Dentro-. Hasta aquí hemos llegado desde tan lejos, a que ambas visiones sean iguales. Así seguirá el paisaje, La Ciudad, y nosotros; los que somos y vivimos aquí. Ayer, la fotografía era de Adentro-Afuera, hoy de Afuera-Adentro. Es lo mismo, todo es lo mismo. No sé si quiero o deseo que sea de otra forma, porque yo ya soy igual a ambos. Estoy constituido por la misma materia: áspera, silenciosa y ya vacía de sentido y contenido, por repetido y sabido. Han sucedido tantas cosas y tan pocas, durante tantos siglos, que ya estamos exhaustos, secos. Lo hemos dado todo y la esterilidad se nos ha introducido en el alma sin darnos cuenta. El origen de nuestra desgracia estuvo cuando vendimos las armas para comprarnos espejos. El mundo aplaude nuestro escenario repleto de antiguo atrezo. Todos contentos, el espectáculo continúa y que duren eternamente las ovaciones y la representación de la belleza inmutable. Nosotros, los de aquí, más complacidos si cabe, a pesar de que el tiempo transcurre inexorable, sin querer reconocer que la supuesta belleza puede transmutar en una desgastada mueca auto paródica. Cuando aparece una molesta arruga, maquillamos un poco siguiendo los cánones de siempre y adelante, siempre adelante. Narcisos redivivos, todos, mirándonos eternamente felices. Hubo un tiempo que la imagen de afuera-adentro, sólo me parecía una postal sin demasiado interés, por obvia. Últimamente estoy notando que mi relación con Ella está cambiando, e intuyo que todo lo que ha sucedido y sucede tiene sentido. Quizá será mérito o culpa de la edad, esa que aquí nos sobra por doquier. En este preciso momento quiero seguir aquí, ya para siempre, por los siglos de los siglos; aunque cubriré el espejo con el manto del necesario olvido.
18 FEBRERO 2011
© 1978 pepe fuentes