…El insondable misterio (para mí) de las obras de arte contemporáneo en venta, me resultaba sencillamente inaccesible. No, no era un problema intelectual (aunque puede que sí), sino que algo dentro de mí se había desestructurado. En el colmo del delirio me dio por pensar que la obra de arte más importante en ese momento y en ese lugar, era yo mismo. Sospeché que podría tratarse de un brote esquizoide y me alarmé un poco. Se me ocurrió que sólo había dos formas de contrarrestar los alarmantes síntomas: largarme inmediatamente, o comer algo. Opté por lo segundo, porque, después de todo, el ataque de solipsismo no me dolía nada y, además, temía que si abandonaba, mi pragmático, sádico y maldito «alter ego», me abroncaría por inutilidad sobrevenida y por pasar de él. Después del austero, breve y terapéutico refrigerio me sentí un poco más entonado. Aunque ni mucho menos más lúcido que hacía un rato…
3 MARZO 2011
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