…Mi reloj me sorprendió: me dio la noticia de que llevaba cuatro horas deambulando por el Mercado. Paré y me pregunté: ¿qué recuerdas especialmente de lo que se supone que has visto? Pasaron un par de minutos. Silencio. Me repetí la pregunta. Dos o tres minutos más. Silencio. Vale. -Recoge los restos del naufragio y lárgate inmediatamente – dijo, no sé si el «ego ensimismado» o el «alter ego pragmático y antipático«. Llegué a mi casa a las cinco y media de la tarde. Y encima estaba contento. Me recliné a descansar, puse música de jazz y, despaciosamente, busqué la definición de una bonita palabra, Solipsismo: «es la creencia metafísica de que lo único de lo que podemos estar seguros es de la existencia de nuestra propia mente, y la realidad que aparentemente nos rodea es incognoscible y puede no ser más que parte de los estados mentales del propio yo. De esta forma, todos los objetos, personas, etc., que uno experimenta serían meramente emanaciones de la propia mente». Claro me dije, ya más tranquilo y descansado, es lo que me ha pasado hoy: un ataque de solipsismo, sin duda provocado por el poderoso influjo de tanto arte contemporáneo en venta. Fin.
5 MARZO 2011
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