…Busqué un argumento-salvación (cuando falta claridad y sobra fe, son precisos estos recursos, aunque sean una artimaña). Llegué a esta conclusión: –no se trata de describir al fotografiado, sino de hacerle actor de una ficción literaria escrita por Handke y dirigida por mí-. Sí -me objeté-, pero en teatro o cine existe una técnica necesaria llamada casting, en la que se eligen los actores más adecuados para cada papel. De acuerdo, pero esto será diferente. Aquí todo será completamente aleatorio y automático. Parto de la premisa de que, por un lado, –el peso del mundo- lo soportamos todos y, por otro, que las anotaciones de Peter Handke son sencillas y obedecen a sensaciones comunes y perfectamente compartibles. El propio Handke dice en su nota introductoria: «Durante unos instantes, el lenguaje que me atravesaba día y noche tomaba cuerpo. En ese «momento verbal», cualquier cosa que me sucediera aparecía desprivatizada y universal». Claro, pensé, eso es justamente lo que pretendo: ir desde lo particular hacia lo común y universal. Fotografías de personas mezcladas con impresiones de Handke, y ambos elementos expresivos proyectados al infinito de lo universal. Abstracto y figurativo; ambiguo y concreto; frívolo y trascendente; todo al mismo tiempo. Es posible, me dije. La personalidad, los rasgos y la textura de los fotografiados serán un mero referente de lo -humano– que aparece en la obra de Handke. Seré el único responsable del experimento, porque las fotografías y la elección de las frases son enteramente mías. La gracia, si es que la tiene, es que entre una cosa y otra, hay un salto de veintisiete años (lectura y subrayados), y treinta y cinco desde el momento de la escritura del libro…y todo sigue igual de pesado e inquietante, me parece…